“Yo me pregunto cada día si pude hacer más, si debí hacer más. Qué me faltó para entregarme mejor al servicio de todos estos hermanos, víctimas sufrientes”. Con la voz entrecortada, minutos antes de esas palabras, el ahora obispo emérito Alejandro Goic leyó un comunicado de prensa luego de que el Papa Francisco aceptara su renuncia. En apenas un minuto presentó a Fernando Ramos, el nuevo administrador apostólico que quedará a cargo de la diócesis de Rancagua.
Luego hizo una pausa, tomó aire. Y con un nudo en la garganta habló de lo que no quería hablar: de su despedida.
La caída
Fue el sábado 23 de junio cuando sucedió. En Rancagua sonó un teléfono, el de Alejandro Goic. Lo llamaba el nuncio apostólico, Ivo Scapolo.
Francisco había aceptado dos renuncias: la de Horacio Valenzuela, obispo de Talca, y la suya.
El obispo de Rancagua -a pesar de haber dimitido hace tres años, al cumplir los 75- sintió la amargura.
Goic es uno de los sacerdotes más emblemáticos de la Iglesia Católica chilena. Y Rancagua, su diócesis, es la cuarta más grande de Chile. Es una diócesis donde, dicen, termina un obispo, por la importancia que tiene. Es un premio. Por eso, sus últimos días a cargo de la diócesis de Rancagua Goic nunca se los esperó. Ni él, ni nadie. Justo después de que todos los obispos llegaran de su visita al Vaticano, cayó la bomba sobre él. Un reportaje de Canal 13 dio a conocer una serie de denuncias por presuntos abusos cometidos por sacerdotes de su diócesis.
El apuntado fue, obviamente, Goic.
Lo primero que hizo fue escribirle al Papa. Le pidió tiempo. Quería seguir como obispo hasta solucionar el tema.
La respuesta fue inmediata: no.
Las gestiones del hoy obispo emérito de Rancagua no fueron suficientes. Goic alcanzó a suspender a 14 presbíteros y también a renunciar a su cargo como presidente del Consejo de Prevención de Abusos. Incluso -justo después de la controvertida visita de Francisco a Chile y al ver la crisis que se había desatado luego de las permanentes apariciones de Juan Barros durante ella-, Goic fue de los primeros en reaccionar. Fue él quien propuso realizar una asamblea plenaria extraordinaria, que ya es oficial. Entre el 30 de julio y el 3 de agosto en Punta de Tralca. Ahí estaría Goic.
Eso, hasta que Scapolo lo llamó el sábado antepasado.
Se había acabado el tiempo. Llegaron a un acuerdo: el jueves 28 darían a conocer la salida de Goic.
Fuentes cercanas al obispado de Rancagua explican que la única gestión que pudo hacer el prelado fue negociar su misa de despedida con Fernando Ramos, el administrador apostólico ahora a cargo de la diócesis. Al principio, Ramos pensó hacer una misa el viernes pasado, pero será el viernes 6, para que puedan asistir los más cercanos a Goic.
Aunque era el más viejo de los renunciados, aunque su salida era inminente por sus problemas de salud, al corazón y la columna, el obispo quedó devastado. Sin embargo, explican colaboradores del prelado, él ya tenía preparado su retiro. Que comenzó el jueves pasado en el Monasterio de las Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento, en Rancagua. Allí, desde hace tiempo, le tenían preparado un departamento.
Pero Goic no imaginaba su salida así. Esperaba hacerlo en mejores condiciones, no con la imagen que quedó.
-Menos justo después de Barros, porque Goic no es Barros -comenta un cercano.
Ezzati en la mira
-La única autoridad creíble es la que nace de ponerse a los pies de los otros para servir a Cristo.
Así comenzó el discurso de Francisco la tarde del jueves 28 de junio. La ocasión era especial: en la Basílica de San Pedro el Papa presidió el Consistorio ordinario público, en el que nombró a 14 nuevos cardenales.
Allí, muchos pensaron, estaría el arzobispo Ricardo Ezzati, quien, además, es cardenal. De hecho, fue el mismo Francisco quien lo nombró como tal el 22 de febrero de 2013. Pero no, mientras se celebraba el Consistorio, Ezzati estaba en Santiago, en una reunión con los nuevos vicarios de la arquidiócesis.
Esa ha sido la señal que ha puesto, nuevamente, los ojos del mundo en las nuevas renuncias que pueda aceptar el Papa.
-Y en ese grupo tiene que estar Ezzati. El problema que tiene Francisco es que para hacer efectiva la renuncia de Ezzati necesita sacar a un obispo que ya esté en funciones, que tenga experiencia. Porque Santiago es la diócesis más visible y grande de Chile. Pero ¿quién no está salpicado con toda esta crisis? -dice un conocido sacerdote jesuita.
Solo hace dos semanas, el Papa confirmó en una entrevista en Reuters que aceptará la renuncia de “dos obispos por límite de edad”. Uno fue Goic, solo resta Ezzati en esa categoría.
¿Y quiénes son los candidatos para Santiago? Tres. O eso se creía. Santiago Silva, el actual obispo castrense, fue el primer perfilado. Eso hasta que se supo su vinculación con el caso de los exseminaristas de Valparaíso.
-Su candidatura está muerta -sentencia un conocedor del tema.
El otro es René Rebolledo, arzobispo de La Serena, quien ha mantenido un perfil activo, pero en medios regionales. Y el último es el actual líder de la arquidiócesis de Concepción, Fernando Chomalí. Fuentes eclesiásticas afirman que, a pesar de que el Papa tiene una deuda con él por haberle informado sobre Barros, su nombre es resistido en algunos sectores, especialmente por sus posturas conservadoras.
Sin embargo, la semana pasada, cuando Ricardo Ezzati podría haber estado en Roma, el chileno que se paseaba por la ciudad italiana era otro.
Era Fernando Chomalí.
La lista
Francisco ya ha aceptado la renuncia de cinco obispos: Juan Barros (Osorno), Gonzalo Duarte (Valparaíso), Cristián Caro (Puerto Montt), Horacio Valenzuela (Talca) y Alejandro Goic (Rancagua). Y en sus puestos ha designado como administradores apostólicos a cuatro de los seis obispos auxiliares que tiene en total la Arquidiócesis de Santiago: Jorge Concha en Osorno, Pedro Ossandón en Valparaíso, Galo Fernández en Talca y Fernando Ramos en Rancagua. Así, entre dimisiones y enroques, el Papa ha hecho un recambio de un quinto de la Conferencia Episcopal.
Pero el recambio, para algunos, no es tal. Menos cuando todos los administradores apostólicos, y posibles futuros obispos de sus diócesis, fueron cercanos colaboradores del arzobispo Ricardo Ezzati.
Y hay otro problema más que Francisco debe sortear. Cada vez que acepta la renuncia de algún obispo, se le acaban opciones conocidas.
Richard Raho, profesor estadounidense de Teología y entendido en los temas del Vaticano, añade otro dilema para el Papa:
-El problema es en quién se puede confiar en Chile para ser nombrado obispo de los ya existentes.
Según fuentes eclesiásticas, hay cinco obispos más en la mira de Francisco: Tomislav Koljatic (Linares), Carlos Pellegrin (Chillán), Cristián Contreras Molina (San Felipe) y Cristián Contreras Villarroel (Melipilla).
En total, explican cercanos al Vaticano, los obispos salientes serían en total 14.
Pero ¿por qué la mayoría de la llamada “limpieza” que Francisco está haciendo en la Iglesia Católica chilena es en la zona centro-sur?
Juan Carlos Claret, vocero de los laicos y laicas de Osorno, explica que el que aún no haya novedades en el norte de Chile no es sinónimo de falta de problemas.
-Los laicos de allá recién se están agrupando. Pero con todo lo que está pasando, por ejemplo, han comenzado a organizarse grupos en Iquique, Antofagasta y La Serena -dice.
Aunque no es de los obispos activos, el cardenal Francisco Javier Errázuriz es otro de los sacerdotes a los que se le atribuye un rol en la crisis de la Iglesia chilena. Por lo mismo, se especuló su salida del Consejo de Cardenales, conocido como C-9. Ese rumor se terminó la semana pasada, cuando se comunicó que Errázuriz asistiría a una nueva reunión del grupo en septiembre.
-La salida del cardenal no es tan fácil, necesita “maquillaje”. Pero en octubre podría concretarse la salida de Errázuriz, porque Francisco quiere que el C-9, una vez que termine el proceso de reforma de la curia, se mantenga como su grupo de consejeros. No sería consistente con los cambios que está comunicando el Papa el que Errázuriz siga -comenta un jesuita.
La selva de Scicluna y Bertomeu
Si bien la misión del arzobispo de Malta, Charles Scicluna, y el sacerdote español Jordi Bertomeu comenzó como una investigación centrada en los antecedentes del exobispo de Osorno Juan Barros, finalmente llegó más allá. Mucho más allá incluso de los otros prelados del círculo más íntimo de Fernando Karadima y de la parroquia El Bosque.
Las 2.300 páginas del informe Scicluna son apenas el comienzo.
A las 64 entrevistas realizadas en febrero pasado por los dos enviados especiales de Francisco, se suman las más de 50 que hicieron Scicluna y Bertomeu en su segunda misión en Chile, entre el 12 y el 19 de junio pasado.
O sea, algo así como una segunda parte del llamado “Informe Scicluna”.
Conocedores del tema explican que Scicluna y Bertomeu están haciendo un seguimiento del caso Chile, pero que no todo iría en un solo informe de miles de páginas. Serían varios reportes específicos, diócesis por diócesis.
Scicluna y Bertomeu deberán reportar todo ese material tanto a Luis Ladaria, el prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe, como a Francisco.
El estatus que hoy tiene el arzobispo de Malta y promotor de justicia para la Congregación para la Doctrina de la Fe frente al Papa es privilegiado. Tanto así que tiene acceso directo a Francisco. Incluso, tiene su celular.
Pero con los privilegios también vienen las obligaciones.
El 23 de junio pasado, el sacerdote Joseph Galea Curmi fue nombrado obispo auxiliar de Malta. Algunos vaticanistas dicen que se debe a que la cantidad de trabajo que Charles Scicluna tiene hoy, a cargo del caso chileno, es tal que se necesitó nombrar a este auxiliar para ayudarlo.
Aún sin respuesta
Aunque quedan algunas dudas en relación a las decisiones del Papa. Una de ellas en relación a las acusaciones de encubrimiento que recibieron Scicluna y Bertomeu contra algunos ahora exobispos, como Juan Barros y Gonzalo Duarte.
-Lo que está haciendo Francisco es aceptar renuncias, no remover obispos. Muchos han argumentado que aceptar sus dimisiones, en lugar de expulsarlos, les brinda una salida fácil. Algunos canonistas argumentan que estos obispos deberían enfrentar un juicio eclesiástico o incluso un juicio civil -dice Richard Raho.
En simple: aceptar las renuncias hace mucho más difícil que prelados que hayan encubierto abusos enfrenten las consecuencias de aquello. Especialmente aquellos que, ya renunciados, aún no han cumplido los 75 años. Como en el caso de Barros y Duarte. El futuro de ellos aún no es concreto.
Algunos cercanos a la jerarquía eclesiástica explican que, probablemente, Francisco los sancione de alguna manera. Podría, incluso, despojarlos de la condición de obispos.
La segunda duda tiene relación con los tiempos que maneja el Vaticano.
¿Francisco está aceptando renuncias cada dos semanas para no cometer errores o lo hace solo para que se reconozca que está reaccionando y tomando medidas?
-La crisis en Chile es un llamado de atención para la Iglesia universal. Es el momento decisivo del Papa y la forma en que maneja las consecuencias sentará un precedente para el mundo. Lo que está haciendo Francisco en Chile es establecer un modelo de cómo manejará la crisis de abuso a nivel mundial -explica Raho.
Esta puede ser la mayor reforma del Papa en la Iglesia, algo que sus predecesores no han podido manejar.
Por eso, Roma no descansa. Para Chile, los cambios vienen sin prisa, pero sin pausa.