Lun 17 Sep 2018 | 12:28 am
Gesta en Berlín: el atleta keniano, de 33 años, corre los 42,195 kilómetros en 2.01’ 39”, el primer récord mundial por debajo de las 2 horas y dos minutos, rebajando en 78 segundos la anterior plusmarca. Desde 1967 que nadie recortaba tanto el registro.
El campeón olímpico de Río 2016 ha batido el récord del mundo en Berlín una mañana de verano tardío, 20 grados a las 11, sol, ni asomo de viento, dejando para que la memorice todo el mundo una marca atómica, 2.01’39” (un minuto y 18s inferior al récord anterior, 2.02’ 57”, de su compatriota Dennis Kimetto en 2014), un registro que como los récords mundiales de Usain Bolt en los 100m y en los 200m resistirá como referencia quizás durante décadas (a menos que el próximo año, y también en Berlín, en el mismo circuito callejero planísimo en el que se han batido los últimos siete récords mundiales, el mismo Kipchoge, que ya tendrá 34 años, vuelva a batirlo).
Tan grande es la marca, tan grande es Kipchoge, el mejor maratoniano de una historia que ha dejado grabada en la memoria colectiva nombres que ya son mitos, como el de los etíopes Abebe Bikila, campeón olímpico en Roma 60 y Tokio 64, con récord del mundo en ambas ocasiones, y Haile Gebrselassie, quien batió dos veces el récord del mundo pero nunca fue campeón olímpico en la distancia.
Kipchoge corrió a la velocidad del rayo los primeros 40 kilómetros (con parciales cada cinco de 14’24”, 14’37”, 14’37”, 14’18”, 14’28”, 14’ 21”, 14’21” y 14’29”) y aceleró incluso, casi esprintó, los últimos 2.195 metros, que corrió en unos increíbles 6’8”, a un ritmo por debajo de los 14’ el 5.000. Consiguió así su verdadero objetivo, no solo batir el récord mundial, sino convertirse en el primer hombre que lo corre en menos de dos horas y dos minutos. Después, a la sombra de la Puerta de Brandenburgo, celebró su victoria como un futbolista que mete un gol decisivo y proclamó: “Solo puedo decir una palabra: gracias”.
Comenzaron con él tres liebres, pero desde el km 26 corrió solo. “Fue duro quedarme solo, sí”, dijo Kipchoge, cuya primera gran aparición estelar en el mundo del atletismo tuvo lugar en 2003, cuando, con solo 18 años derrotó a dos de los más grandes de la historia, Kenenisa Bekele e Hicham el Guerruj, en la final de los 5.000m del Mundial de París. “Pero estaba preparado para ello. Corrí mi propia carrera, tal como lo había preparado con mis entrenadores”. Es el cuarto intento de récord de Kipchoge en Berlín. Hace tres años, la plantilla de la zapatilla se le despegó y salió mientras corría y frustró su carrera (2.04’) y el año pasado la lluvia y el viento lo hicieron imposible (2.03’32”).
“El espíritu transporta al cuerpo, la fuerza mental es la clave. Corro desconectado de mis pensamientos”, es el lema de Kipchoge, y su espíritu ascético y su cuerpo finísimo, nacido para la carrera de fondo, humanizan mejor que ninguno los últimos avances tecnológicos, zapatillas y bebidas que permiten que el estómago pueda absorber todos los carbohidratos que necesita el organismo para reponerse, fundam0entales en la evolución de las marcas en el maratón.
Era el 12º maratón de Kipchoge, el atleta que más cerca ha estado, oficial y extraoficialmente, de la barrera de las dos horas, el Everest de la distancia. En mayo de 2017 corrió la distancia en el circuito de Monza en 2.00’25”, pero la marca nunca fue homologada pues contó con ventajas excesivas, como un vehículo Tesla abriéndole paso que le proporcionaba abrigo y rebufo, y liebres que se iban relevando para poder aguantar sus ritmos inhumanos. “He corrido la maratón más rápida de la historia, pero no es récord del mundo”, había dicho la víspera de su tercera victoria en el maratón de Berlín. “Me toca batir el récord”. Corrió con las mismas zapatillas Nike que en Monza y su muelle interior, los mismos calienta brazos y piernas con muescas aerodinámicas y los mismos líquidos.
En su primera participación en Berlín, en 2013, sufrió la única derrota en los 11 maratones competitivos que ha disputado. Le venció Wilson Kipsang, quien entonces batió el récord del mundo (2h3’23”). El mismo Kipsang participó este 2018, con ya 36 años de edad. Terminó tercero (2.06’48”), superado también por el también keniano Amos Kipruto (2.06’23”).
La mejor mujer fue, como en 2017, la keniana Gladys Cherono (2.18’11”), por delante de las etíopes Ruti Aga (2.18’34”) y Tirunesh Dibaba, la reina del fondo en los estadios que no termina de cogerle el ritmo al asfalto (2.18’55”).
Y otro en decatlón
Para redondear el día, el francés Kevin Mayer (26) batió en el Decastar de Talence el récord del mundo de decatlón, con 9.126 puntos. El anterior pertenecía al estadounidense Ashton Eaton, con 9.045 en los Mundiales de Pekín 2015.
Autor: Carlos Arribas (El País)
Berlín, la ciudad de los récords
Autor: Eduardo Sepúlveda
Lun 17 Sep 2018 | 12:28 am
Ocho de las diez mejores marcas de todos los tiempos han sido conseguidas en la llana ciudad alemana, el paraíso de los fondistas.
La cifra no es casualidad. Antes de la espectacular hazaña de ayer de Eliud Kipchoge, Berlín fue el escenario de siete rebajas al récord mundial del maratón. Desde 2003, de hecho, todas las plusmarcas masculinas de la especialidad se han hecho sobre los 42k de la capital alemana. Paul Tergat ese año (2.04’55”), Haile Gebreselassie en 2007 y 2008 (2.04’26” y 2. 03’59”, respectivamente) Patrick Makau en 2011 (2.03’38”), Wilson Kipsang en 2013 (2.03’23”) y Dennis Kimetto en 2014 (2.02’57”) fueron antes los otros infatigables corredores que consiguieron la proeza.
Lo plano de su circuito, que apenas asciende a 20 metros desde la salida (y nunca más allá de los 52 metros sobre el nivel del mar), transformaron a la prueba en la favorita del fondismo mundial, que cada año ha buscado acercarse un poco más a la barrera de las dos horas. Y todo parece indicar que esa lucha del hombre contra la distancia continuará aquí mismo.
Por ello, Berlín es el gran desafío. Desde la salida del Tiergarten, todos sus participantes concuerdan en que al no correrse en una línea recta, sino que pasando por los principales hitos de la histórica ciudad, la carrera se hace muy llevadera mentalmente, una de las principales fortalezas para obtener un buen crono.
“Además, te ponen liebres de acuerdo al tiempo que quieras conseguir. Es una carrera donde todos van a buscar su mejor marca personal”, dice Víctor Aravena, el mejor chileno en el maratón de Río 2016 y que asegura que a partir de 2020, cuando se dedique definitivamente a los 42 kilómetros, buscará allí batir el récord de Chile. Liebres legales, eso sí. Que ayudan al récord de otro atleta, pero dentro de las normas homologadas por la IAAF.
La temperatura en Berlín durante septiembre, que a la hora de la carrera oscila entre los 11ºC y los 16ºC. es otro de los factores vitales para hacer aún más llevadera la prueba, que para premiar a todos sus corredores, al llegar a la meta, cruzando la mítica Puerta de Brandeburgo, entrega cervezas para todos. Y al ganador le ponen la corona de laurel.
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