Una rubia se levantó como resorte de su mesa y empezó a mover caderas, tirar pases y dar vueltas al escuchar 'Oiga, mire y vea', tema musical de Guayacán Orquesta, la madrugada de este viernes en el bar más concurrido del Centro de Río de Janeiro, donde hasta el momento se escuchaba el merengue dominicano y temas variados del quisqueyano Juan Luis Guerra. (Vea aquí: una visita al Cristo de Corcovado.)
Solo entonces quedó al descubierto que su falda, su diminuta falda, era la bandera colombiana. Bailó si descansar, con fogosidad y repitiendo la letra de la canción desde el 'Si huele a caña, tabaco y brevas usted está en Cali, ay mire, vea!...', mientras los hombres sentados en mesas cercanas, con camisetas de Uruguay, Brasil, Argentina, Portugal y Francia, además del inicial de Colombia, se levantaban y se rotaban como parejo.
Esos hombres, con las camisetas de fútbol de sus países nacionales, recogen el sentir en un solo lugar del Centro de que en Río de Janeiro sí se vive el Mundial Brasil-2014.
"Esta es la ciudad del fútbol y del mundial", dice Santiago, uno de los parejos, el de la camiseta de Argentina, que llegó desde la provincia de Córdoba y se instaló en Río. Desde aquí se mueve internamente para seguir al equipo de Messi por las diferentes sedes del campeonato.
"No importa que ustedes sean nuestro rival en el juego del sábado. ¡Esto es diversión por el fútbol!", comenta Elíseo, el de la celeste de Uruguay. "Esa colombianita tiene mucho sabor", indica, refiriéndose a la bailarina, llamada Catalina, que de Cali se vino a ver el mundial de la segunda fase en adelante.
En Belo Horizonte, Brasilia y Cuiabá, las tres ciudades en que Colombia disputó los partidos de la primera ronda, el ambiente mundialista era escaso. En la capital se concentró en la zona hotelera y en la cercana torre de televisión, mientras que en las dos restantes solo era alrededor de los estadios. Y en todos los casos ambiente impuesto por los colombianos.
En Río de Janeiro no. El ambiente mundialista es total. En las playas de Copacabana, figuras de arenas de garotas enmarcan el trono para que el turista se siente y registre su foto, incluyendo tener en la mano una réplica de la Copa FIFA, mientras que visitantes adquieren recordatorios del torneo con banderas de distintos países y nativos juegan a voli-fútbol y otras muchachas, estas sí de verdad, se brocean a pocos metros del mar.
"Este es el corazón de Brasil. Río lo es todo", sostiene Emerson, veterano mesero de Copacabana, nativo del estado de Minas Gerais, que lleva 40 años viviendo en la ciudad que en 1960 dejó de ser la capital al construirse Brasilia.
Los colombianos, con camisetas amarillas o con la bandera Tricolor, se ven por todos lados, pero no predominan hasta ahora como en las otras tres ciudades. "Quise darle a mi hijo el regalo de ver el Mundial en Río", dijo, caminando cerca de la Catedral, Nelly Roldán, una señora de Medellín, acompañado de su retoño, el joven Santiago Peláez, que lucía la camiseta nacional.
Seguramente miles de ellos asistirán hoy al Maracaná, pero muchos han regresado y otros están acá pero carecen de entrada, que siguen en reventa entre 1.000 y 1.500 dólares, cuando los precios oficiales de Fifa son 110, 165 y 220 dólares.
"Yo apenas llegué anoche, no tengo boleta para el sábado, pero no me mortifico. Si la consigo, bien; de lo contrario, me veo el partido por televisión aquí mismo, con colombianos, brasileños, uruguayos y personas de cualquier nacionalidad. Esto es Río, es Brasil, es Mundial", dice el caleño Jaime Alberto Vergara.
ESTEWIL QUESADA FERNÁNDEZ
Enviado especial de EL TIEMPO
Río de Janeiro
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