El arquero es idolatrado en su país por su gran actuación en Brasil, en donde ha demostrado por qué lo buscan los grandes de Europa. Los ticos tienen toda la fe puesta en él.
Juan Ignacio de la Carrera
Pero su destape no fue en Brasil, sino en España. Navas es el portero titular del Levante, club con el que finalizó en la décima posición de la Liga, en la que fue el portero que más intervino con 160 paradas, casi un 80% de acierto. Sin dudas, da garantía.
Eso lo saben más que nadie en su Selección, la que gracias a sus grandes cualidades ha podido llegar a la ronda de los ocho mejores en la competencia planetaria. Una de las personas que más lo conoce es Luis Llopis, quien fuera su entrenador de arqueros en el elenco azulgrana la temporada pasada.
“Cuando llegamos a trabajar al Levante con Joaquín Caparrós, vimos que Keylor tenía una hambre inmensa de crecer. El quería sentirse válido e importante, quería ser el dueño de la portería del equipo”, dijo Llopis.
Además, agregó que el portero de 27 años “es muy rápido, tiene un buen equilibrio corporal que le sirve mucho para los desplazamientos. Esta temporada le sirvió mucho para explotar todas sus cualidades”.
Su actuación en el Mundial ya lo tiene en la mira de varios equipos europeos, los que deberán pagar una cláusula de 13,6 millones de dólares para hacerse con sus servicios.
“El lo da todo día a día, lo que resalta las ganas que tiene de crecer y de seguir mejorando, siempre con una autocrítica para una mejora continua. No deja de trabajar, quiere ser un gran portero, pero sobre todo para defender con honor y orgullo a la selección de Costa Rica”, expresó Llopis.
Infancia difícil
Navas no tuvo una niñez fácil. Sus padres lo dejaron al cuidado de sus abuelos cuando tenía cuatro años, para ir a Estados Unidos en busca del sueño americano.
“Todavía tengo grabado cuando, antes de irnos al aeropuerto, él se me quedó viendo y con lágrimas en los ojos me decía, ‘no se vaya, por favor no se vaya’”, contó una vez su madre, Sandra Gamboa.
Con ellos se acercó mucho a la religión. De hecho, sus gestos al iniciar cada partido tienen que ver con eso: se hinca, se persigna, levanta los brazos hacia lo alto, entre otras cosas.
“Esta parada es para Dios, mi familia, mis compañeros y para toda Costa Rica”, declaró el futbolista tras atajarle el penal decisivo a Theofanis Gekas en la definición a penales contra Grecia.
Esa serenidad con la que toma las cosas viene desde pequeño, ya que siempre demostró madurez cuando la vida le cerraba alguna puerta. Antes de llegar al Saprissa, su primer equipo, tuvo un revés importante: fue rechazado por el club de Pérez Zeledón, localidad en la que vivía, porque les parecía falto de condiciones y de estatura.
Roger Mora, su entrenador de arqueros en el Saprissa, recuerda que en ese equipo también decidieron enviarlo a otro lugar, a los 16 años. “Se puso un poco triste, pero lo asumió con humildad y cumplió. Otros jóvenes con su talento se ponen rebeldes, pero él es distinto”, señaló.
Sí, Keylor es diferente: prefiere a su familia que a la farándula, conoció a su mujer en una iglesia cristiana y se le conoce como un tipo tranquilo, pese a la fama que ha logrado con los años.
Desde el domingo, Navas está considerado en su país como un héroe, como una figura endiosada. El próximo sábado, cuando Costa Rica enfrente a Holanda por el paso a las semifinales, todos los hinchas ticos ya sabrán a quien rezarle: a San Keylor. A lo mejor, responde otra vez a sus oraciones.
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