La sureña fue dos veces campeona sudamericana, ganó títulos hasta el hartazgo con Colo Colo y los que la conocieron aseguran que hoy estaría en la WNBA.
Ismenia Pauchard jugando por Chile.
Archivo Revista Estadio
A Ismenia Pauchard se le perdió el rastro el 22 de mayo de 2004 en Caburga y llevaba nueve días desaparecida. Su familia, desesperada, había interpuesto una demanda por presunta desgracia e incluso una médium de la zona ofreció su ayuda.
La búsqueda finalizó el 31 del mismo mes. Escondido en unos matorrales, estaba su cuerpo sin vida y con varios hematomas en la cara provocados por un tercero.
No muchas veces existen consensos en el mundo del deporte, pero son pocos los que le niegan a esa mujer el rótulo de mejor basquetbolista chilena de la historia. Ella sabía quién era y nunca le importaron mucho las convenciones. No llamaba tanto la atención por su nombre poco común o por su metro y 76 centímentos, sino que por vivir libre y de acuerdo a sus principios hasta el final.
El sur, punto de inicio
Traiguén es un pequeño pueblo de la Araucanía con caminos empedrados, árboles grandes y que a finales del siglo XIX se llenó de colonos europeos. Allí nació Ismenia. Por sus venas corría sangre francesa y alemana que se hacía notar en su figura alta, su pelo rubio y las pecas que le adornaban la cara.
"No dudo en decir que estaría jugando en la WNBA en estos momentos"
Humberto Ahumada
De pequeña se fue a Angol para asistir al Liceo de Niñas de la ciudad. Allí empezó a destacar como una prometedora atleta. Con sus piernas largas dominaba con facilidad los 200 metros, el salto largo y el salto alto. A los 15 años, dando muestras de carácter, decidió que su futuro no estaba en los libros.
"Como era media flojita, no terminé mis estudios y decidí trabajar. Como allá no había muchas posibilidades le escribí a mi hermano para que me trajera a Santiago. Resultó. Y una vez acá comencé a acompañarlo al club Famae a buscar a su polola. Como era alta, llamé la atención y me propusieron que jugara", contó Ismenia en una entrevista concedida a la extinta Revista Estadio, que le dedicó varias portadas, un honor para los deportistas de la época.
La sureña no se veía mucho futuro en los cestos, pero aceptó porque, según dijo, no tenía ningún otro interés. "Siempre fui muy inocente y no me gustaba pololear. 'Pero mamá, cómo voy a pololear con un cabro que es más chico que yo'… Creo que ahí estuvo la razón de por qué me dediqué con tanto esfuerzo al básquetbol", narró.
Trabajaba en lo que saliera para poder subsistir. Rápidamente descolló con el modesto Famae en la incipiente liga de basquetbol femenino. Llevó a su elenco a dos subcampeonatos y acumuló varias distinciones individuales. Colo Colo, uno de los clubes con mayor poderío en el país, fue a buscarla.
"Era la jugadora más alta de Chile, fue pivot. Muy buena rebotera, muy inteligente y muy goleadora además. Fue goleadora de varios torneos y siempre estuvo entre las mejores de Sudamerica en su época. Fue una gran jugadora, para mí la mejor que ha tenido Chile en su historia y no dudo en decir que estaría jugando en la WNBA en estos momentos", comenta Humberto Ahumada, premio nacional de periodismo deportivo y que pudo seguir la carrera de Ismenia de principio a fin.
(Imagen, Twitter CSD Colo Colo)
En el conjunto albo, y siempre con la seis en la espalda, dio el gran salto. Estuvo ganando al menos un título por año durante dieciocho temporadas desde 1956 en adelante. La excepción fue en 1964, cuando les quitaron el título por secretaría. En 1968 y en 1969 se coronó con el club Antonio Labán, elenco formado por ex jugadores del "Cacique", que entró en recesión por dos años debido a problemas económicos. “Llevo un indio en el pecho en lugar de corazón”, dijo Ismenia en alguna oportunidad.
"No era políticamente correcta, lo que la hace una adelantada a su época"
Cristián Arcos
Poco a poco, Ismenia trascendió los límites del parquet y se fue ganando un lugar en la cultura popular. Los que la conocieron cuentan que políticos y empresarios estaban pendientes de ella y alucinaban con su belleza. Patricio Manns, laureado cantautor chileno, le dedicó unos versos.
"Es el corazón natural del rectángulo de juego. Todo gira en torno de su bravura, su coraje, su decisión, su conducción a veces fiera, pero siempre consciente y lúcida en el enfrentamiento. Ignoro por qué Neruda no ha escrito para ella un poema. Quizá ni imagina lo que es contemplar a la abeja reina en acción o quién sabe si nadie le ha contado jamás de esta mujer admirable", relató.
La etapa dorada de la selección
Eran los años cincuenta, las mujeres por fin habían conseguido el derecho a voto en las elecciones presidenciales y habían logrado representación en el Congreso, sin embargo, seguían vinculadas al ámbito doméstico. Muchas compañeras de Ismenia se retiraban al casarse y las jugadoras "simpáticas" eran las humildes y calladas. Ella no calzaba con el arquetipo. No le importaba el qué dirán y cuando contrajo matrimonio siguió en lo suyo.
"No era particularmente extrovertida. Era una persona bien directa para decir las cosas. No era políticamente correcta, lo que la hace una adelantada a su época. Una mujer contestataria, cuando recién estaban conquistando derechos mínimos, era vista con recelo", dice Cristián Arcos, periodista y coautor del libro Estrellas Rojas (Planeta), un compendio con las mujeres más destacadas del deporte chileno.
"Tenía un carácter difícil de encontrar en la mujer chilena
Marcia Céspedes
Varias veces apuntó a los dirigentes. Su franqueza era un espada de doble filo en los gajes diplomáticos. Le costó quedarse fuera del Panamericano de 1955 y la prensa no dudó en calificarlo de una injusticia. Sin embargo, tendría revancha con la selección nacional.
Obtuvo el campeonato sudamericano de Quito (1956) y de Santiago (1960). Fue subcampeona, además, en cuatro ocasiones, tres veces goleadora y en Cali (1967) la escogieron la mejor del torneo. También obtuvo dos medallas de bronce a nivel Panamericano y participó en dos citas planetarias, obteniendo un meritorio séptimo lugar en Brasil.
En uno de esos campeonatos, un árbitro estadounidense se le acercó y le dijo: "Si decides irte a Norteamérica jugarás en los equipos más fuertes".
"Ismenia era el eje, la de mayor poder físico en los tableros, la que lideraba la producción", explica Humberto Ahumada.
El retiro
En 1973, con 41 años y más de 22 temporadas en el cuerpo, decidió retirarse. "Ahora puedo confesar que no me arrepiento de nada, pese a que muchas veces perdí empleos y tuve problemas. Pero no me arrepiento de nada, porque todo lo hice sin esperar ninguna retribución. Lo hice porque me gustaba y porque en una cancha era capaz de olvidar cualquier cosa", expresó.
Se sacó la camiseta y se puso el buzo de entrenadora. Dirigió al Banco Estado (donde trabajó como funcionaria), a la Universidad de Santiago y a Thomas Batta. En el club de Peñaflor estuvo a cargo de Marcia Céspedes, que pudo palpar el respeto que generaba Ismenia en Sudamérica cuando iban a competir al extranjero y el carácter fuerte que no se apaciguaba con los años.
"Tenía un carácter difícil de encontrar en la mujer chilena. Defendía a sus jugadores contra dirigentes, contra el público. Su equipo era ordenado, muy disciplinado, hacía que marcáramos diferencia en todo. En una oportunidad unas chicas de otro equipo nos fueron a molestar, a golpear las puertas mientras dormíamos. Ismenia no aguantó, tomó a una y la zamarreó. A sus jugadores no las tocaba nadie", cuenta Céspedes, que también jugó por la "Roja" cestera.
(Imagen, archivo Revista Estadio)
Por esos años, Ismenia compatibilizaba su trabajo en el Banco Estado y su labor de entrenadora con la presidencia del "Círculo de antiguos deportistas Juan Ramsay". Su meta era ambiciosa y encontraba resistencia dirigencial. Quería una pensión para los atletas que abandonaban la actividad.
"Ella tenía una preocupación por la situación en que quedan los deportistas una vez que se retiran. Estamos hablando de una época, además, en que los deportistas no ganaban mucha plata. Ahí hay una visión a futuro, aunque tampoco estuvo tanto tiempo, porque se agarró de las mechas con medio mundo", aporta Arcos.
La enérgica Ismenia se empezó a cansar. Año a año veía que nada cambiaba y que sus deseos se estrellaban contra un muro de indiferencia. "El básquetbol la terminó cansando. Era difícil manejar los egos en el equipo. Ya en la última etapa no tenía la misma energía. Se cansó y se fue, estaba agotaba del básquetbol, siempre era lo mismo, no había cambios", acota Marcía Céspedes.
Era hora de volver al sur para la múltiple medallista sudamericana.
Un final cruel
Ismenia se instaló en una cabaña en la Villa Aucán de Caburga, IX Región. Estaba alejada de todo, refugiada en ella misma, viviendo con las cicatrices que casi nadie podía ver. "Mi pena como mujer es no haberme podido realizar como madre, pese a que lo intenté tres veces con intervenciones", contó.
"Ella tenía una vida feliz, pero triste. Ella se casó y después tuvo una pareja de muchos años. Nunca pudieron establecer algo juntos", añade Céspedes, que con los años pasó de jugadora a amiga.
Ismenia vivía una vida tranquila. No le importaba que le rindieran tributo. Miraba alguna película, salía a dar una vuelta, cocinaba. Si bien no tenía grandes lujos, era dueña de algunas propiedades que le permitían vivir sin apuros. Sin embargo, su retiro en esos tranquilos paisajes tendría un final cruel.
"Mi pena como mujer es no haberme podido realizar como madre"
Ismenia Pauchard
El sábado 22 de mayo de 2004 apuró el tranco hacia el lugar donde vivía Rodrigo Vera, un lugareño que oficiaba de gásfiter y que había hecho algunos trabajos en su casa . Tenía la sospecha de que le había robado varias cosas.
Se asomó por el patio y vio que ahí estaban su refrigerador, cocina y calefont. Impulsiva como era, fue a encarar al hombre. Vega, al verse pillado, reaccionó de la peor forma. La golpeó con sus herramientas y un tubo de PVC hasta matarla el 22 de mayo de 2004. Nada se supo de ella hasta que encontraron su cadáver nueve días después.
Tras diversos empadronamientos, Vega y su padre cayeron en contradicciones. Fueron detenidos y el hombre confesó el crimen. En octubre de 2005, fue condenado a ocho años de prisión. Su irreprochable conducta anterior fue un atenuante para los jueces.
El asesinato de Ismenia mereció algunas notas en los medios de comunicación. A sus cercanos les duele hablar de su muerte, prefieren recordar que alguna vez hubo una "abeja reina" del basquetbol nacional.
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