El equipo navarro aprovecha la derrota del Albacete ante el Granada y jugará en la élite el año de su centenario
El día en que tomó posesión de la presidencia de Osasuna, Luis Sabalza dejó en el aire un deseo que cuatro años y medio más tarde ha visto cumplido: el club estará en Primera el año de su centenario. El equipo navarro confirmó el ascenso matemático gracias a la victoria del Granada en Albacete (0-1) este lunes, que a la vez sitúa al cuadro andaluz muy cerca del ascenso también.
El curso de Osasuna fue tan dubitativo al principio como fulgurante después, sin precedentes conocidos en Pamplona. “Queremos ser de nuevo un club que llame la atención en España y en Europa por la manera de hacer las cosas”, anuncia el capitán, Roberto Torres.
Con Jagoba Arrasate al mando de una plantilla sin extranjeros (y con numerosos jugadores de la cantera), Osasuna vuelve a LaLiga Santander jugando en “modo Sadar”, en palabras del técnico de Berriatua (Vizcaya), esto es, firmando una trayectoria como local prácticamente sin tacha e inasumible para los rivales: 17 victorias, 15 de ellas consecutivas (sumando el partido fantasma contra el Reus), ni una sola derrota y dos empates casi como rareza estadística. En todas las ligas principales de Europa solo el Manchester City acumula más puntos como local; únicamente el Paris Saint Germain suma una racha similar de triunfos en casa.
El ascenso del conjunto pamplonés, dado por hecho en la grada desde hace unas cuantas semanas (con vuelta de honor incluida tras ganar al Albacete, en la jornada 36), se cimentó ya en junio pasado con el fichaje del entrenador. La directiva había entendido que bastaba con mirarse al espejo para crecer. En la temporada anterior, Diego Martínez pretendió imponer un fútbol de toque y se topó con un estadio frío como nunca; Arrasate, que se declara admirador de Jürgen Klopp y seguidor de José Luis Mendilibar, quiso simplemente jugar como Osasuna y el Sadar cayó rendido. “Este año la gente ha visto el estilo que le gusta: ir al campo del rival a apretar, ser valientes, no recular en ningún momento. Por eso se ha dado una comunión con la grada que ha sido fundamental. Aun sabiendo cómo era, la afición me ha sorprendido. Hemos vivido en el Sadar algo increíble”, analiza Arrasate.
Lo sucedido en este ejercicio resulta tan sencillo de explicar como difícil de entender. Salvo por la grave lesión de Unai García en Alcorcón, nada se ha torcido en los últimos meses. “Tenemos un grupo muy sano que se entrena muy bien, hemos recibido el apoyo del público y poco a poco se han ido dando pasos para afianzar el éxito”, intenta descifrar Arrasate, enfundado cada fin de semana en el mismo traje de faena, por si acaso. Roberto Torres mira a la banda: “Una de las claves ha sido fichar al míster con su cuerpo técnico. Eran las personas adecuadas para recuperar el Osasuna de siempre: un equipo que busca al rival con la idea de atacar, atacar y atacar”. Ha funcionado la receta tradicional: Tajonar con aditivos. El éxito se condensa entonces en los goles de Torres (12), el carácter y el equilibrio de Oier Sanjurjo, la puntería del onubense Juan Villar (11 tantos en su primer año en Pamplona) y la calidad incuestionable de Rubén García, llegado del Sporting, con nueve asistencias y siete goles. Dos de ellos, como Torres, de falta directa.
“Cuando la cosa no iba bien hubo mucha normalidad y nada de dramatismo. Se creía en lo que estábamos haciendo y nadie se puso nervioso”, recapitula Arrasate. En la decimosegunda jornada, antes de la primera victoria fuera de casa, Osasuna atisbaba a duras penas la cabeza de la tabla, noveno y a diez puntos del Granada. Con un 2-3 en Extremadura cambió la inercia. Desde aquel día los futbolistas de Arrasate se empeñaron en ganarlo todo, siempre en su estadio y de vez en cuando fuera, se apuntaron hasta seis remontadas por dos a uno y en otros cuatro partidos alcanzaron la victoria o el empate más allá del 90. Puro ímpetu (y brillo, en más de una ocasión) de un equipo que no ha soltado el liderato desde la jornada 27. Y aunque Arrasate podría jactarse –“Ha habido una inercia, sí, pero para llegar a ese punto de confianza y autoestima hay que trabajar mucho antes. Eso no es gratis”–, no deja de confesar cierta incredulidad o asombro: “Ni el más optimista podía pensar en esos resultados, sobre todo en casa”. Por buscar una justificación, al menos en parte, Rubén García anota la preparación física entre las virtudes principales del grupo: “Muchos de los partidos los hemos ganado en los minutos finales. Imponemos un ritmo a los partidos que los rivales no son capaces de aguantar”.
Desde el palco, Luis Sabalza detectó el punto de no retorno en la décima victoria consecutiva en casa y empezó con la tarea de mirar, siquiera de reojo, hacia delante. “El objetivo es consolidar a Osasuna en Primera y convertirlo en un club importante y fuerte”, ambiciona el presidente. Y con Arrasate en el banquillo: “Ojalá pueda estar con nosotros durante los tres años que me quedan de mandato”. Con contrato hasta el 30 de junio de 2020, el entrenador vizcaíno prefiere ponerse de perfil para hablar de cualquier asunto que suene a futuro. “El club entiende que el proyecto puede seguir y queremos llevar a Osasuna a lo más alto, pero ya tocará hablar de eso cuando toque”. No lo manifiesta abiertamente, pero será que le apetece saborear el ascenso. “Al empezar la temporada me animaban y ahora me dan las gracias; hacer feliz a tanta gente es muy bonito”.
El curso de Osasuna fue tan dubitativo al principio como fulgurante después, sin precedentes conocidos en Pamplona. “Queremos ser de nuevo un club que llame la atención en España y en Europa por la manera de hacer las cosas”, anuncia el capitán, Roberto Torres.
Con Jagoba Arrasate al mando de una plantilla sin extranjeros (y con numerosos jugadores de la cantera), Osasuna vuelve a LaLiga Santander jugando en “modo Sadar”, en palabras del técnico de Berriatua (Vizcaya), esto es, firmando una trayectoria como local prácticamente sin tacha e inasumible para los rivales: 17 victorias, 15 de ellas consecutivas (sumando el partido fantasma contra el Reus), ni una sola derrota y dos empates casi como rareza estadística. En todas las ligas principales de Europa solo el Manchester City acumula más puntos como local; únicamente el Paris Saint Germain suma una racha similar de triunfos en casa.
El ascenso del conjunto pamplonés, dado por hecho en la grada desde hace unas cuantas semanas (con vuelta de honor incluida tras ganar al Albacete, en la jornada 36), se cimentó ya en junio pasado con el fichaje del entrenador. La directiva había entendido que bastaba con mirarse al espejo para crecer. En la temporada anterior, Diego Martínez pretendió imponer un fútbol de toque y se topó con un estadio frío como nunca; Arrasate, que se declara admirador de Jürgen Klopp y seguidor de José Luis Mendilibar, quiso simplemente jugar como Osasuna y el Sadar cayó rendido. “Este año la gente ha visto el estilo que le gusta: ir al campo del rival a apretar, ser valientes, no recular en ningún momento. Por eso se ha dado una comunión con la grada que ha sido fundamental. Aun sabiendo cómo era, la afición me ha sorprendido. Hemos vivido en el Sadar algo increíble”, analiza Arrasate.
“Cuando la cosa no iba bien hubo mucha normalidad y nada de dramatismo. Se creía en lo que estábamos haciendo y nadie se puso nervioso”, recapitula Arrasate. En la decimosegunda jornada, antes de la primera victoria fuera de casa, Osasuna atisbaba a duras penas la cabeza de la tabla, noveno y a diez puntos del Granada. Con un 2-3 en Extremadura cambió la inercia. Desde aquel día los futbolistas de Arrasate se empeñaron en ganarlo todo, siempre en su estadio y de vez en cuando fuera, se apuntaron hasta seis remontadas por dos a uno y en otros cuatro partidos alcanzaron la victoria o el empate más allá del 90. Puro ímpetu (y brillo, en más de una ocasión) de un equipo que no ha soltado el liderato desde la jornada 27. Y aunque Arrasate podría jactarse –“Ha habido una inercia, sí, pero para llegar a ese punto de confianza y autoestima hay que trabajar mucho antes. Eso no es gratis”–, no deja de confesar cierta incredulidad o asombro: “Ni el más optimista podía pensar en esos resultados, sobre todo en casa”. Por buscar una justificación, al menos en parte, Rubén García anota la preparación física entre las virtudes principales del grupo: “Muchos de los partidos los hemos ganado en los minutos finales. Imponemos un ritmo a los partidos que los rivales no son capaces de aguantar”.
Desde el palco, Luis Sabalza detectó el punto de no retorno en la décima victoria consecutiva en casa y empezó con la tarea de mirar, siquiera de reojo, hacia delante. “El objetivo es consolidar a Osasuna en Primera y convertirlo en un club importante y fuerte”, ambiciona el presidente. Y con Arrasate en el banquillo: “Ojalá pueda estar con nosotros durante los tres años que me quedan de mandato”. Con contrato hasta el 30 de junio de 2020, el entrenador vizcaíno prefiere ponerse de perfil para hablar de cualquier asunto que suene a futuro. “El club entiende que el proyecto puede seguir y queremos llevar a Osasuna a lo más alto, pero ya tocará hablar de eso cuando toque”. No lo manifiesta abiertamente, pero será que le apetece saborear el ascenso. “Al empezar la temporada me animaban y ahora me dan las gracias; hacer feliz a tanta gente es muy bonito”.
Los 50 millones del ascenso
El éxito deportivo que supone el regreso de Osasuna a LaLiga Santander está acompañado por un triunfo económico incontestable. El club navarro, que liquidó su deuda con la Hacienda foral en 2017, calcula que la próxima temporada cobrará por derechos audiovisuales unos 50 millones de euros, unas siete veces más que este año en Segunda. Con ellos podrá afrontar con solvencia los fichajes necesarios, el aumento de salarios de la plantilla y la reforma integral del Sadar, prevista para este verano. La ampliación, decidida por los socios en referéndum, costará 16 millones de euros y servirá para elevar la capacidad del estadio (inaugurado en 1967) de 19.800 a 24.481 espectadores.
Madrid
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