Un exguerrillero chileno y su pareja, de nacionalidad española, se infiltraron en los círculos sociales más exclusivos de uno de los principales destinos turísticos del país. Buscaban víctimas: la pareja y su banda cometieron algunos de los secuestros de más impacto de la década en México.
Él se presentaba como un próspero agente inmobiliario. Ella como dueña de una galería de arte y experta en arreglo personal.
Eran invitados asiduos a las fiestas y eventos sociales más exclusivos de San Miguel de Allende, en el centro de México, uno de los principales destinos turísticos del país.
Allí mostraban su faceta agradable.
Porque en realidad, la pareja formada por Ramón Alberto Guerra Valencia (como decía que era su nombre) e Isabel Mazarro Gómez de Santiago lideraban una banda que cometió los secuestros de mayor impacto en la última década.
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Y algunos los realizaron en San Miguel,“la mejor ciudad del mundo para vivir“,según la revista Travel+Leisure.Las víctimas permanecían en contenedores de madera durante varios meses. En algunos momentos también eran encerradas en cajas similares a un ataúd.
La historia se revive ahora, después que el 26 de octubre Mazarro Gómez fue detenida en España, su país natal y donde se refugiaba.
Su pareja está en prisión desde el 30 de mayo en México.
El arresto escandalizó a México no sólo por el perfil de las víctimas, empresarios acaudalados y el excandidato presidencial Diego Fernández de Cevallos, por ejemplo. También porque el detenido resultó ser un personaje buscado desde hace varios años por la Policía Internacional (Interpol) en 190 países. En México, vivía con una falsa identidad.
Guerrilla
Raúl Julio Escobar Poblete, el verdadero nombre del presunto plagiario, es acusado de cometer un atentado terrorista con resultado de muerte perpetrado contra una autoridad en Chile, donde nació.
También se lo vincula con el asesinato del senador Jaime Guzmán en 1991, y con la muerte de dos policías.
Escobar formaba parte del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), un grupo guerrillero que combatía al gobierno del expresidente Augusto Pinochet. Su nombre en esa organización era “Comandante Emilio”, el alias con que fue perseguido por casi dos décadas.
Desde hace diez años se instaló en San Miguel de Allende donde se hizo pasar por mexicano.
Según el periodista Héctor de Mauleón, el prófugo contaba con pasaporte, credencial de elector y licencia de manejo. Los obtuvo con el acta de nacimiento de un niño nacido en Puebla en 1975 pero que murió poco después: Ramón Alberto Guerra Valencia.
“Eran las lindas del pueblo”
Desde sus primeros meses en San Miguel de Allende, la pareja logró colarse a los círculos sociales más adinerados.
Supieron cómo hacerlo, le cuenta a BBC Mundo una periodista local que pidió que no se revelara su nombre por seguridad.
“No te dejan entrar tan fácil, tienes que hacerlo con gente de dinero que es de San Miguel y que puede conectarte con el resto”, explica.
“Ellos empezaron así, se juntaron con hacendados de muchísimos años que conocían a todos en el pueblo“.
Les ayudó la fachada que construyeron de sus vidas. Escobar Poblete, por ejemplo, fue intermediario en la venta de algunas propiedades de lujo.
Isabel Mazarro comercializaba obras de arte y era dueña de una tienda de artesanías. Además, con su hermana María administraba un negocio de maquillaje, corte de pelo y cuidado personal.
“Eran las lindas del pueblo, las que te hacían verte guapa. La gente de dinero las conocía, iban a sus casas a arreglarlas para las bodas, las fiestas”, cuenta la periodista. Pero en realidad lo que hacían el “Comandante Emilio” y su pareja era estudiar y elegir a sus posibles víctimas.
Y no sólo de San Miguel, aunque vivir allí les ayudó. En cualquier fin de semana es posible encontrarse a algunas de las familias más ricas de México.
También a cientos de extranjeros acaudalados, sobre todo estadounidenses, que eligieron a este Pueblo Mágico para vivir.
Según las autoridades, el grupo de Escobar Poblete podría ser responsable de al menos cinco secuestros considerados como de alto impacto.
Además del plagio del excandidato Fernández de Cevallos la lista incluye al empresario Eduardo García Valseca y a Mónica Jurado, quien fue nuera del expresidente Vicente Fox.
Pero en San Miguel creen que los secuestros son más. La cifra real no se conoce porque algunos casos se negociaron directamente entre los familiares y los plagiarios, sin intervención de la policía.
En todos los casos el modus operandi parece ser el mismo. Las víctimas eran encerradas durante meses en cajas de madera construidas exprofeso para su estatura.
Podían permanecer de pie o acostarse por completo, pero el contenedor —similar al que se usa para empacar mercancía en las aduanas— sólo tenía una puerta pequeña.
El grupo obligaba a las víctimas a escuchar música estruendosa durante varios días, y también las encerraba en cajas estrechas donde sólo podían permanecer acostadas.
Un confinamiento similar que existe en los ataúdes y que para algunos especialistas recuerda los métodos de tortura de organismos contrainsurgentes.
Un cariz que notaron víctimas como Fernández de Cevallos.
En una entrevista, después de su liberación a finales de 2010, el excandidato presidencial dijo que cuando le hablaban sus secuestradores hacían referencia a la opresión del capitalismo o la lucha de clases.
“Hablaban como maestros universitarios”, contó. Por eso durante varios años se creyó que su plagio fue obra de un grupo guerrillero.
Y es que además los responsables del crimen realizaron complicadas operaciones financieras para evitar que se rastreara el dinero de los rescates, que en todos los casos fueron de varios millones de dólares.
Además, la banda sólo cometía uno o dos secuestros cada año. Pero las ganancias les permitieron mantener una vida holgada sin problemas.
“Robaron la paz de todos”
Paradójicamente, la sofisticada estrategia que permitió sobrevivir al “Comandante Emilio” y su grupo durante más de diez años se arruinó por el miedo de un taxista.
El 30 de mayo pasado, Escobar Poblete le pidió al conductor que entregara un paquete en una gasolinera de San Miguel de Allende. Por el servicio le pagaría 500 pesos (US$26), una cantidad elevada para un viaje de unas cuantas calles.
Pero el taxista se asustó cuando su cliente empezó a seguirlo en una camioneta y llamó a la policía.
El guerrillero quería cerciorarse de que el paquete se entregara a los familiares de la estadunidense Nancy Michell Kendall, a quien habían secuestrado dos meses antes. El paquete contenía un dedo meñique de la mujer. Era una amenaza para presionar por un pronto pago del rescate.
El “Comandante Emilio” fue detenido en el lugar. Al llegar a la agencia del Ministerio Público, según versiones de algunos medios, llamó a su pareja.
Le ordenó sacar “al paquete” del cajón. La jubilada estadounidense fue liberada. Sus plagiarios huyeron de San Miguel de Allende.
Una de sus principales colaboradoras, Marcela Mardones Rojas, salió del país por la frontera con Guatemala y viajó por tierra hasta Chile, donde fue detenida a mediados de junio. En los años 80 formó parte del FPMR. Su alias era “Jimena”.
Isabel Mazarro viajó a España donde permaneció sin problemas durante varios meses, hasta que fue detenida.
En libertad, pero sin pasaporte y bajo vigilancia espera el proceso que puede extraditarla a México.
Mientras, en San Miguel de Allende se reviven esos días de infierno.
Casi todas las víctimas de los plagiarios abandonaron el pueblo, pero quienes se quedaron y sobre todo los amigos de los secuestrados no pueden evitar el enojo, dice la periodista.
“No solamente se robaron a sus amigos sino la tranquilidad, la paz de todos. Les quitó todo lo que hacían en su vida”.
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