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Empató 2-2 con Chelsea. Messi erró un penal ante un rival que jugó 53’ con 10 hombres.
Antes del inicio del partido ante Chelsea había un sentimiento extraño en el ambiente del Camp Nou. Como si la fuerte convicción de derribar a los ingleses chocara con un sabor a despedida. Finalmente, Barcelona defraudó todos los pronósticos y, con un empate 2-2 en la Ciudad Condal, se quedó a la vera del camino para llegar a su quinta corona.
En seis días se escribió el desastre del cuadro “culé”, quizás la mejor generación de la historia de jugadores catalanes. Había caído la semana pasada ante los mismos “Blues”, el sábado se despidió de La Liga en la derrota como local ante el Madrid, y ayer fue la última paletada de un equipo que no pudo levantarse, pese a la gran cantidad de recursos con los que cuenta.
Un mezquino 2-2 en casa selló el destino. Pese a que tuvo todo para ganar el partido. Comenzó en ventaja con el gol de Sergio Busquets y la expulsión de John Terry, luego de un rodillazo a Alexis Sánchez en la zona lumbar, dejó aún más abiertas las opciones. Sobre todo tras la segunda cifra, la de Iniesta, a los 43’, que duró muy poco como celebración, ya que un par de minutos más tarde, Ramires puso el descuento que llevaba a los isleños a su segunda final de la historia.
Con el segundo tiempo en marcha, el asedio catalán se hizo desesperado. El penal sobre Fábregas encendió aún más los deseos locales, pero la ejecución de Lionel Messi dio directamente en el horizontal. Un error que pudo desmoralizar a cualquiera, menos al cuadro de “Pep”, que siguió con su insistente e impreciso ataque sobre el arco de Petr Cech, que tuvo como su punto cúlmine un tanto anulado al chileno Sánchez, uno de los destacados del cuadro “culé”, por clara posición de adelanto del brasileño Dani Alves.
Los estertores blaugranas se fueron diluyendo en el final del partido y el tanto de Fernando Torres para el 2-2, justo en el final, fue la clara imagen de un equipo perdido, que adoleció de la fuerza suficiente para enfrentar el último tramo de la temporada europea.
El final de un ciclo
La cita estaba ya establecida. Pasara o no Barcelona a la final de la Champions, la directiva había agendado una reunión con Guardiola. Quizás la última. A las puertas del mes de mayo, la directiva de Sandro Rosell quería conocer de una vez por todas la respuesta del técnico.
Pero la decisión se fraguaba desde meses antes. “Pep” ya había dicho que “no”, pero el plantel esperaba que la decisión se revirtiera. Por eso, el técnico le pidió tiempo a Rosell para abrigar las esperanzas de todo el barcelonismo.
Lo cierto es que el discurso del oriundo de Santpedor era el mismo: el cansancio de cinco temporadas íntegras e ininterrumpidas en la dirección técnica (una de ellas con el cuadro B), la falta de tiempo para atender a su familia y la posibilidad de tomarse al menos un año sabático para hacer charlas motivacionales a través del planeta.
Asimismo, en el seno de la dirección “culé” sabían de las millonarias ofertas de Inter de Milán o Chelsea, que se elevan sobre los 20 millones de dólares anuales; aunque también conocían que esas no eran las razones que mueven al ex volante.
“El Barcelona seguirá jugando la Champions el próximo año... Ya veremos en los próximos días si sigo en el club”, fue la escueta respuesta de Guardiola, una vez concluido el pleito de ayer.
Para los mandamases de Barcelona, la prioridad número uno es la continuidad del entrenador. Claro que ahora tienen la dura misión de hacer que la respuesta sea positiva. Se ve lejano.
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