Autor: Denís Fernández
Dom 1 Jul 2018 | 12:51 pm
Rusia da el gran golpe y elimina en octavos de final a un combinado español conformista y negado de cara a portería en la tanda de penales.
La ficha: España-Rusia (1-1) (3-4 en penales)
España: De Gea; Nacho (70’, Carvajal), Piqué, Ramos, Alba; Koke, Busquets; Asensio (104’, Rodrigo), Isco, Silva (67’, Iniesta); Costa (80’, Aspas). DT: F. Hierro.
Rusia: Akinfeev; Fernandes, Kutepov, Ignashevich, Kudriashov, Zhirkov (46’, Granat); Samedov (61’, Cheryshev), Zobnin, Kuziaev (97’, Erokhin); Golovin, Dzyuba (65’, Smolov). DT: S. Cherchesov.
Goles: 1-0, 12’, autogol de Ignashevich a la salida de una falta lateral, tras una pugna con Ramos; 1-1, 41’, Dzyuba, de penal cometido por Piqué.
Tanda de penales: Iniesta (gol, 1-0) / Smolov (gol, 1-1) / Piqué (gol, 2-1) / Ignashevich (gol, 2-2) / Koke (fallo, 2-2) / Golovin (gol, 2-3) / Ramos (gol, 3-3) / Cheryshev (gol, 3-4) / Aspas (fallo, 3-4)
Árbitro: B. Kuipers (Hol). Amonestó a Piqué (E) y Kutepov y Zobnin (R).
Estadio Luzhnikí. Asistieron 78.011 espectadores.
Apostó Fernando Hierro, en su primera decisión en calidad de entrenador y no de continuista seleccionador interino, por revolucionar el once de España. Asensio fue de la partida en detrimento de Iniesta, Koke regresó a la titularidad como acompañante de Busquets y Nacho terminó ganándole la partida a Carvajal en el lateral derecho. Pero poco o nada distinguió al combinado español del conjunto dominante pero romo, carente de sorpresa, que había conseguido la clasificación a octavos como el peor líder de grupo.
Y es que en el día de la presunta revolución española, el equipo que lució verdaderamente diferente fue el ruso. Cherchesov, consciente de las limitaciones de su selección y de su inferioridad sobre el papel, cambió el dibujo disponiendo una línea de cinco defensores en el fondo con la única misión de resistir en el partido. Y aunque el veterano Ignashevich (el hombre con más encuentros como seleccionado en la historia de su país) no tardó en hacerle un flaco favor a su equipo, la meta inicial de la supervivencia, Rusia la cumplió con creces.
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Tras la apertura de la cuenta, sin embargo, volvió a aparecer la versión más deslucida de la ex campeona del mundo, un equipo capaz de someter a su rival desde la posesión, pero incapaz de hacer daño. Alarmantemente falto maldad, sorprendentemente carente de ideas. Con muy poco de Isco, casi nada de Asensio y sin noticias de Silva, el fútbol de España comenzó a resbalar hacia el tedio, volviéndose demasiado horizontal, y Rusia empezó a creer en la proeza. Y a crecer en torno a su único bastión ofensivo, un gigante llamado Dzyuba.
El recital del delantero del Arsenal Tula, un ejercicio conmovedor e implacable de supervivencia en la punta de ataque, fue abrumador. Ganó todos los duelos aéreos a Ramos y Piqué con sus 198 centímetros de estatura, generó un sinfín de segundas jugadas y terminó provocando el penal del 1-1 a los 40 minutos. Su imperial cabezazo a la salida de un córner se topó con el brazo extendido de Piqué. Y el gigante no desaprovechó desde los doce pasos la torpeza del central barcelonista. Con 1-1 en el marcador, las mismas ilusiones en las filas de la escuadra anfitriona y las mismas dudas en el bando español, se alcanzó el entretiempo.
El arranque de la segunda mitad no alteró en modo alguno las tendencias de la primera. Cherchesov agotó rápidamente sus cambios, dando la alternativa, entre otros, al inspirado Cheryshev y retirando de la cancha a un extenuado Dzyuba, que ya había mantenido durante 65 minutos a su equipo vivo en la eliminatoria. En España ingresó Iniesta en lugar de Silva, que nunca llegó a aparecer sobre el césped del Estadio Luzhnikí. A falta de 15 minutos para el final del partido, los pupilos de Hierro acumulaban ya más de 600 pases precisos, pero ninguna ocasión verdadera de gol. Preocupante.
Con el alargue ya en el horizonte más inmediato, la inercia obligó a Rusia a refugiarse aún más atrás, e Iniesta y Aspas pusieron a prueba los reflejos de Akinfeev con sendos disparos en el 85. Pero aunque el partido estaba en el alambre, el miedo acabó imponiéndose y el encuentro se marchó a la prórroga.
El tiempo suplementario se jugó exclusivamente en campo ruso, pero España, que aprovechó su cuarto cambio para introducir a un segundo delantero, Rodrigo, fue incapaz de derribar el muro dispuesto por el anfitrión. Fue precisamente el hispano brasileño el que protagonizó las mejores ocasiones, pero ni el VAR rescató a los de Hierro y la llave acabó por definirse en los lanzamientos desde el punto penal. Y ahí, los errores desde los doce pasos de Koke y Aspas terminaron por condenar al combinado español, apeado por el modesto anfitrión del Mundial en la fase de octavos.
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